Frases sobre las leyes
Es preciso preferir la soberanía de la ley a la de uno de los ciudadanos.
Las leyes son como las telas de araña, a través de las cuales pasan libremente las moscas grandes y quedan enredadas las pequeñas.
Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla.
Interpretar la ley es corromperla, los abogados las matan.
La ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie.
El legislador no debe proponerse la felicidad de cierto orden de cuidadanos con exclusión de los demás, sino la felicidad de todos.
La primera máxima de todo ciudadano ha de ser la de obedecer las leyes y costumbres de su país, y en todas las demás cosas gobernarse según las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso.
Con las leyes pasa como con las salchichas, es mejor no ver como se hacen.
¡Oh legislador! No me des leyes para los pueblos, sino pueblos para las leyes.
Casi todos los crímenes que castiga la ley se deben al hambre.
Es más fácil hacer leyes que gobernar.
La ley es, pues, la distinción de las cosas justas e injustas, expresada con arreglo a aquella antiquísima y primera naturaleza de las cosas.
La ley no ha sido establecida por el ingenio de los hombres, ni por el mandamiento de los pueblos, sino que es algo eterno que rige el Universo con la sabiduría del imperar y del prohibir.
La ley suprema es el bien del pueblo.
La multitud de leyes frecuentemente presta excusas a los vicios.
Las leyes se han hecho para el bien de los ciudadanos.
Las leyes son semejantes a las telas de araña; detienen a lo débil y ligero y son deshechas por lo fuerte y poderoso.
Las leyes inútiles debilitan a las necesarias.
¿No tenemos en nosotros una perpetua inclinación, pese a la excelencia de nuestro juicio, a violar lo que es la Ley, simplemente porque comprendemos que es la Ley?
La salud del pueblo está en la supremacía de la ley.
Las leyes no son crueles ni suaves; son inmutables, y, como tales, previsibles, cuadros fijos en cuyo interior incumbe al hombre diseñar lo mejor que sepa su destino.
Las leyes se hicieron para los hombres y no los hombres para las leyes.
No todo lo que es permitido por la ley es siempre honesto en moral.
Todas las leyes que se dictan tienen por base la desconfianza; ninguna descansa en la virtud de los ciudadanos.